Alfonso
Sánchez nació en Toledo en 1911, pero desde los tres meses vivió
en Madrid, donde estudió el bachillerato, en los escolapios, y cursó
la carrera de Derecho. Su vocación juvenil fue ser letrado del
Congreso e incluso llegó a preparar las correspondientes
oposiciones, aunque tuvo que desistir por no tener la edad mínima
exigida. A los catorce años de edad se aficionó al cine y leía
toda la literatura que llegó a sus manos relacionada con el séptimo
arte. Cuando vio Varieté,
de
Fritz Lang, fue como una revelación y decidió consagrarse
enteramente a él.
En
su larga carrera periodística, que inició acuciado por la necesidad
de ganarse la vida en Misiones,
revista
de antes de la guerra, Alfonso Sánchez sólo escribió de cine,
sobre cine y en torno al cine, con la única excepción de las
crónicas de espectáculos y actos sociales que salpicaban su
columna, Mi columna,
que
se publicaba en el desaparecido lnformaciones,
y
últimamente, en las páginas del ABC.
La escribía pegado a su eterna taza de café y entre el humo de sus
cigarrillos -se fumaba unos cuarenta diarios-. Tras los ataques más
violentos de sus toses entrañables que alarmaban a la redacción de
Informaciones,
solía
exclamar: «Para que os enteréis de lo que vale un hombre».
Cuando
se le preguntaba por su cine predilecto eludía con ingenio una
respuesta concreta: «A mí el que más me gusta es el cine bueno».
Pero forzado a elegir optaba por las obras maestras de los grandes
humoristas: Lubitsch, Hitchcock, Forman o Edwards.
Antes
de su vinculación a Informaciones,
entre
1935 y 1954, Alfonso Sánchez fue crítico titular en El
Alcázar, y
también
colaboró
más tarde en la Hoja
del Lunes y
en Tele-Radio.
Su
imagen y característica voz nasal se popularizaron en las pantallas
de televisión y fue muchas veces imitado por humoristas y showmans.
A
lo largo de su carrera recibió numerosos premios por su labor
crítica y periodística. Entre ellos, el de la Dirección General de
Cinematografía y Teatro en 1963, el del Círculo de Escritores
Cinematográficos en 1952 y 1957, y el premio nacional Bravo,
instituido por la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación
Social, que le fue otorgado en 1977. Dos años más tarde se le
concedió la medalla del trabajo, y con este motivo un grupo de
profesionales del periodismo y del espectáculo le tributó un cálido
homenaje.
La
fervorosa pasión, que sentía Alfonso Sánchez por el cine -veía al
año alrededor de cuatrocientas películas- le impidió atravesar
la barrera y
dedicarse a él como director. Su única incursión en este terreno
fue el guión que esbozó para la película de su amigo Antonio Román
“Pacto
de silencio”. Como
autor es conocido sobre todo por su iniciación
al cine moderno, que
se publicó, en dos volúmenes, en 1972, aunque escribió también
dos libros divulgativos sobre las figuras militares más destacadas
de las dos guerras mundiales: os
mandos aliados de la invasión y La caza alemana.
Fallece
una tarde del 3 del 8 de septiembre de 1981 en el Hospital Provincial
de Madrid, a los setenta años de edad, a causa de una afección
pulmonar que padecía hace años, por la que tuvo que ser
hospitalizado a mediados del mes de mayo de ese mismo año, cuando
asistía al último festival de Cannes.
Alfonso Sánchez
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