Los sesentas

Los sesentas

martes, 25 de agosto de 2015

MY FAIR LADY



My Fair Lady  es una película musical de 1964 dirigida por George Cukor e interpretada por Rex Harrison y Audrey Hepburn. Es adaptación del musical teatral del mismo título de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe que, a su vez, se había basado en la obra de teatroPigmalión, de George Bernard Shaw. También es un remake de la películabritánica de 1938 Pigmalión.
My Fair Lady recibió ocho Premios Óscar: entre ellos, a la mejor película, al mejor actor y al mejor director.
La acción comienza en Londres, en 1912. Una tarde lluviosa en Covent Garden, al salir de la ópera encontramos a Henry Higgins (Rex Harrison), un arrogante, irascible y misógino profesor de fonética que cree que el habla de una persona determina su futuro social. Presume de ello frente al Coronel Hugh Pickering (Wilfrid Hyde-White), también experto en fonética y admirador de sus métodos, asegurando que puede enseñar a cualquier mujer a hablar con propiedad hasta el punto de hacerla pasar por duquesa en el baile anual de la embajada. Para ello le muestra como ejemplo a una joven florista callejera llamada Eliza Doolittle (Audrey Hepburn), con un fuerte acento cockney: la mujer ha sufrido un percance con el público que salía de la ópera, se ha enfadado y no para de quejarse por ello.
Eliza se dirige al día siguiente a la casa de Higgins para recibir clases de dicción. Su ambición es trabajar en una floristería, pero su acento le impide llegar tan lejos. Sólo puede pagarle un chelín por clase, estando Higgins acostumbrado a clientes con mayor poder adquisitivo. El Coronel Pickering, que está con Higgins, se siente intrigado por la idea y apuesta a Higgins todos los gastos del experimento a que no consigue hacerla pasar por una dama de la alta sociedad en seis meses, desafío que Higgins acepta.
El padre de Eliza, Alfred P. Doolittle (Stanley Holloway), basurero de profesión, se presenta tres días después queriendo proteger la dignidad de su hija, pero en realidad sólo busca sacar algo de dinero a Higgins, que lo soborna con cinco libras esterlinas. Higgins queda impresionado con la franqueza del basurero y su don natural para la retórica, y especialmente su falta de principios. Doolittle se justifica diciendo que no puede permitírselo. Higgins recomienda entonces a Alfred Doolittle a un estadounidense rico interesado en discursos de principios morales.
Eliza se somete a diversas formas de mejorar su dicción, como hablar con la boca llena de canicas. Al principio apenas progresa, pero cuando Higgins y Pickering están apunto de tirar la toalla, Eliza vuelve a intentarlo y lo logra; instantáneamente empieza a hablar con un acento británico estándar de clase alta.
Para probarla, Higgins la lleva al palco de su madre en el hipódromo de Ascot, donde causa buena impresión con sus modales refinados, pero asusta a todo el mundo con un pequeño lapsus impropio al animar a un caballo para que gane la carrera. Higgins, que desprecia la pretenciosidad de la aristocracia, disimula una sonrisa en ese momento.
Higgins finalmente la lleva al baile anual de la embajada, donde Eliza consigue pasar exitosamente como una misteriosa dama de la nobleza e incluso baila con el príncipe de Transilvania. En el baile se encuentra Zoltan Karpathy (Theodore Bikel), húngaro experto en fonética instruido por Higgins. Tras una breve conversación con Eliza, certifica que es de sangre azul. Esto hace la noche más amena a Higgins, que siempre ha visto a Karpathy como un aprovechado y un fraude.
Después de todo el esfuerzo que ha hecho, Eliza no recibe reconocimiento por parte de Higgins y Pickering; todas las alabanzas son para Higgins. Esto y el trato servicial que Higgins espera de ella, especialmente la indiferencia acerca de su futuro, provocan que Eliza abandone la casa, dejando al profesor intrigado por su ingratitud.
Acompañada por Freddy Eynsford-Hill (Jeremy Brett), un joven que conoció en Ascot y que se ha enamorado de ella, Eliza regresa a su antiguo entorno en Covent Garden, pero descubre que con sus modales refinados, su acento y sus vestidos de marca no encaja allí. Encuentra a su padre, que había recibido una enorme fortuna del millonario estadounidense al cual Higgins le había recomendado, y está preparándose para casarse con la madrastra de Eliza (siente que Higgins lo ha arruinado, pues ahora debe regirse por unos principios morales). Eliza se marcha y acude a la casa de la Señora Higgins, la madre del profesor, que está muy enfadada por el comportamiento de su hijo.
Higgins encuentra allí a Eliza al día siguiente, e intenta hablar con ella y convencerla de que vuelva. En una ardua discusión, el ego de Higgins se siente dañado cuando Eliza anuncia que va a casarse con Freddy y a convertirse en la asistente de Karpathy, pues Higgins no sólo desprecia a Karpathy, sino que también considera a Freddy patético e indigno de los nuevos estándares de Eliza. Eliza se siente satisfecha de hacer probar a Higgins su propia medicina, y lo rechaza. Higgins admite que en vez de una carga a sus espaldas es una fuente de fortaleza, y que le gusta así, pero ella se marcha diciendo que nunca volverán a verse.
Tras una discusión con su madre, donde decide que no necesita a Eliza ni a nadie más para ser feliz, Higgins se marcha a casa insistiendo en que Eliza volverá a él arrastrándose. Sin embargo, se da cuenta de que se ha acostumbrado a su rostro («grown accustomed to her face»), y lo único que le queda de ella son grabaciones de sus lecciones de dicción que puede poner en el fonógrafo. Entonces, Eliza aparece de repente en la casa.
En la obra de teatro Pigmalión, Eliza deja claro que se va a casar con Freddy Eynsford-Hill. Shaw escribió más tarde un ensayo en el que explica por qué es imposible que la historia acabe con Higgins y Eliza casados, aunque seguirían en contacto toda la vida. Higgins nunca se muestra dispuesto a casarse con Eliza. Hacia el final de la obra original, observa un futuro donde Pickering, él y ella serán tres solterones viviendo juntos en vez de dos hombres y una estúpida muchacha:
You and I and Pickering will be three old bachelors together instead of only two men and a silly girl.
Este final alternativo en el que se reconcilian es el de la película de 1938, Pigmalión, con Leslie Howard como actor principal masculino.
FICHA
  1. Fecha de estreno23 de septiembre de 1965 (Madrid)

REPARTO

Audrey Hepburn en una foto publicitaria de la película.
ActorPersonajeBandera de España doblaje 1964
Audrey HepburnEliza DoolitleRosa Guiñón
Marni Nixon(canciones)Eliza DoolitleTeresa María
Rex HarrisonProfesor Henry HigginsFelipe Peña
Wilfrid Hyde-WhiteCoronel Hugh PickeringJosé María Angelat
Mona WashbourneSra. PearceCarmen Robles
Jeremy BrettFreddy Eynsford-HillRogelio Hernández
Bill Shirley(canciones)Freddy Eynsford-HillLuis Olivares
Gladys CooperSra. HigginsMaría Victoria Durá
Stanley HollowayAlfred P. DoolitleMiguel Alonso
Isobel ElsomSra. Eynsford-HillElsa Fábregas
Theodore BikelZoltan KarpathyJoaquín Díaz
John HollanMayordomoJosé Luis Sansalvador
John AldersonJamieRafael Luis Calvo
John McLiamHarryLuis Posada Mendoza
Olivia Reeves-SmithSra. HopkinsCarmen Contreras
Ben WrightChambelánDionisio Macías
Charles E. FredericksJorge VJosé María Aguilar



Película completa

MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS



Murieron con las botas puestas (They Died with Their Boots On) es una película estadounidense de 1941 dirigida por Raoul Walsh para la Warner Brothers e interpretada por Errol Flynn y Olivia de Havilland. Es una mitificación de la vida del general Custer.


El personaje de George Armstrong Custer, el héroe de Murieron con las botas puestas, es el propio símbolo de Estados Unidos. Es todo al mismo tiempo –y existe la opinión de que tenemos algo de él- una de las figuras más emblemáticas de las guerras indias, un alto personaje en los corredores de la historia estadounidense. En 1970, en el Estados Unidos moderno que, traumatizado por la guerra de Viet Nam no respeta más sus mitos, Arthur Penn nos muestra, en Pequeño gran hombre, a un Custer  megalómano y criminal. Búfalo Bill también aparece como un vulgar traficante de pieles y Custer ya no es le héroe inmaculado de la leyenda.
En 1941 era lo contrario: Estados Unidos estaba en pleno sueño. El país sabía que más allá de los mares la guerra devastaba a Europa pero se creía al resguardo del cataclismo mundial. ¿Fue un azar que Murieron con las botas puestas se hubiera distribuido quince días antes del ataque a Pearl Harbor por los japoneses? En este Estados Unidos eufórico la Warner Brothers, que había hecho su especialidad las  biografías filmadas (recontemos: Juárez -1937-, El quinto jinete del apocalipsis -1940-, La vida de Emilio Zola -1937-, La historia trágica de Luis Pasteur -1940-), decide llevar a la pantalla la vida del “caballero dorado”. Pero, como le dijo Carleton Young a James Stewart en Un tiro en la noche de John Ford: “En el Oeste, cuando la leyenda rebasa a la realidad, entonces imprimimos la leyenda”. Y es la leyenda más novelesca, la más loca. ¡La menos creíble pero la más exaltante que va a escribir Walsh! El filme será entonces una sucesión de páginas gloriosas, desde West Point a donde Custer llega con el uniforme de charreteras aprobado por Murat, quien es su ídolo y su ideal, hasta Little Big Horn, que será la muerte de Custer y de sus hombres, masacrados por los indios de Crazy Horse (Caballo loco). La guerra de secesión será simbolizada por una serie de cargas de caballería en el curso de las cuales Custer –promovido por error a general de brigada- envía a la masacre a cuatro regimientos cargando con él mismo a la cabeza de ellos. El sueño de Custer es el de “cabalgar al ritmo de los cañones” y Walsh nos entrega algunas secuencias de acción inolvidables especialmente las de la batalla de Hanover, donde asistiremos, no sin cierto cinismo de su aparte, a la masacre de la brigada de Michigan, un cuerpo de elite… Sin vergüenza, Custer envía los regimientos uno tras otro al fuego y la muerte.- el lirismo reside en sus cargas de  caballería guiadas por un Errol Flynn desencadenado que se oscurece al principio, con el sable por delante, es al mismo tiempo un intento de horror por la guerra y despilfarro humano.
En cuanto a la batalla final, es una pieza cinematográfica de antología. Algunos años antes Flynn ya había sido el héroe memorable de La carga de los 600 dragones en el curso de la cual encontraría la muerte. Para Murieron con las botas puestasWalsh nos ha dado planos conciliatorios mostrando a los jinetes en vías de cargar y vistas de conjunto impactantes –hecho raro en el cine- que nos permiten comprender la topografía de los lugares y la táctica de los beligerantes. Todo al mismo tiempo, espectador y actores, somos arrastrados a esta batalla de Little Big Horn y asistimos impacientes a la destrucción del 7º. de caballería por los indios y a la muerte de Custer.  ¿Cómo olvidar el gesto espléndido de Flynn deteniendo en seco a su caballo que frena en un sitio deslizándose algunos metros, o el último diálogo entre Sharp y Custer. Sharp, el eterno traidor del cine, pregunta nerviosamente a Custer? “¿A dónde va el  regimiento?” “Al infierno, Sharp –responde Custer- o a la Gloria. Es cuestión de puntos  de vista…”

Murieron con las botas puestas

Pero si el filme eligió idealizar al personaje de Custer de una vez por todas, pasando notoriamente al silencio la masacre del río Washita, cometida por Custer, no es en cualquier caso ni belicista ni racista. Como en el Búfalo Bill de William Wellman  (1949), el indio no es el salvaje de piel roja que uno había podido temer, sino una figura  noble, víctima todas las veces de traficantes blancos, de la Historia que le vuelve  terriblemente anacrónico en un Estados Unidos acechado por el capitalismo. Cierto, Custer aparece como un héroe, pero su enemigo directo, Caballo loco, encarnado con  mucha clase por Anthony Quinn quien –subrayémoslo- interpreta igualmente a Mano  Amarilla en Búfalo Bill, y no traiciona jamás su palabra ni a sus amigos. El último encuentro de Custer y Caballo loco en Little Big Horn es más una etapa de la historia que una confrontación personal, ninguno de ambos hombres deseaba verdaderamente la muerte del otro (es una marcha inversa a La carga de los 600 dragones). Encarando a Custer con los indios se mueve una banda de políticos, de promotores, de traficantes y  arribistas simbolizados por Sharp y Taipe, que ofrecen 10,000 dólares cada año a Custer  para asumir un puesto puramente honorífico que les permita el pillaje en Dakota. Custer, que ante esta proposición indigna se contentará con responder: “Estoy listo a empeñar, si me falta el dinero, mi espada y hasta mi propia vida, pero jamás el nombre  que llevo”, descubrirá a los vergonzosos traficantes de armas compradas con el gobierno y revendidas a los indios junto con alcohol.
Sospechoso o, cuando menos, parcial hacia el recuerdo de Custer, el filme es un reflejo, quizá trastornado, de los años que van de 1857, fecha del ingreso de Custer a West Point, hasta 1876, el año de Little Big Horn. El drama de la guerra civil aparece con toda su intensidad cuando en West Point se separan los oficiales y los cadetes. El general Sheridan se dirige a todos: “Deploro que nosotros nos dividamos en estas dolorosas circunstancias. Nos hemos convertido en soldados, sin ocuparnos de la  política. Separémonos como hemos llegado hasta aquí, decididos a cumplir nuestras tareas, del lado que seamos”, y es entonces que los “caballeros del sur” hacen su movimiento conducidos por Lee, Sheridan hace que toquen Dixie, el famoso aire sureño.
El talento de Walsh aparece entonces tan bien en estas grandes escenas de acción que en los detalles sencillos: las cebollas que disfrutan a la vez Custer, su futura esposa y el general Winfield Scott o el Garryowen, la espléndida canción que se convierte en el himno del 7º. De caballería.



Fogoso caballero, Flynn también resulta fiel a su leyenda de seductor. El personaje de Elizabeth, la mujer de Custer, esta desarrollado de forma magistral por Olivia De  Havilland y es –una vez más- la fiel compañera de Flynn. Murieron con las botas puestas sería el último filme que rodarían juntos. Para los autores del libro The films of Errol Flynn, éste último encuentro se hace evidente en la espléndida escena de los adioses de Custer y su mujer que al mismo tiempo resultan los de Flynn y de Olivia De Havilland.


Si la historia hace a voluntad recaer en Custer la responsabilidad de la masacre de Little Big Horn –él habría lanzado a su regimiento al combate sin esperar los refuerzos que le habrían permitido anonadar a las tropas indias- el filme de Walsh sacrifica todo en función del martirio de su héroe y si Custer no esperó los refuerzos, se atribuye al hecho de que los hombres del general Terry habían escapado a la muerte… Pocos héroes son presentados con tanta prestancia como Errol Flynn en Murieron con las botas puestas. Su forma de referirse constantemente a un código de honor personal  (“la gloria –dice Custer- tiene una ventaja sobre el dinero. Uno se la lleva consigo al morir”), su odio por la corrupción en la política lo hace un auténtico héroe de leyenda, aquel con quien también se identifica el espectador. Y Walsh no duda en forzar para su  héroe las puertas de la casa Blanca, Custer confronta igualmente la corrosión-corrupción de Grant y le habla de soldado a soldado.
La sola muerte de Errol Flynn al frente y al lado del pendón del 7º. De caballería, su sable en la mano, enfrenta una carga de la caballería india que lo barre como una ola, posee a la vez la brevedad y el lirismo de los grandes instantes cinematográficos. Pocos cineastas han tenido, como Walsh, sentido de la epopeya…



Walsh no terminará aquí su filme con la muerte de Custer porque una última secuencia vemos a Elizabeth confundir a Taipe y William Sharp citando el último despacho de su marido, que a la vez resulta un testamento y una interpelación.
Valientemente y más allá el filme está, una vez más, extremadamente próximo al  Búfalo Bill de Wellman, Murieron con las botas puestas revela la duplicidad de los políticos que hicieron del lejano oeste un basto campo de batalla. Como con la  divulgación de la falsa novedad del descubrimiento de oro que debía permitir a los militares intervenir para forzar a los indios a rebelarse, y es lo que este título hace revelador. Más que un western promedio, Murieron con las botas puestas está construido verdaderamente como un filme histórico en el cual los resentimientos personales de Custer están adheridos a la ganancia de los intereses de la nación estadounidense.
Lo que nos trastorna todavía es esa ternura que Raoul Walsh aporta a su héroe.  West Point, la batalla de Hanover, la retoma del  mando del 7º.  de caballería al ritmo de su Garryowen y Little Big Horn son asimismo episodios épicos en la más bella tradición del cine de aventuras y sí, Walsh ama esta aventura, a la cual dedica uno de sus más bellos filmes, uno siente el romanticismo desesperado cuando Custer dice adiós a su mujer antes de partir a Little Big Horn y a la muerte, y se transforma con murmurar: “Andar por la vida contigo ha sido algo muy encantador…”

FICHA
  1. Duración2h 20m

REPARTO

Errol Flynn, Olivia de Havilland, Arthur Kennedy, Charles Grapewin, Anthony Quinn, Gene Lockhart, Stanley Ridges, John Litel, Sydney Greenstreet, Regis Toomey, Frank Wilcox, G.P. Huntley, Walter Hampden, Hattie McDaniel, Joe Sawyer...

La película completa


MONNA BELL



La artista destinada a convertirse en una de las vocalistas más importantes del Siglo XX nació en Santiago de Chile el 23 de enero de 1938. No tenemos mucha información de sus primeros años excepto que la bautizaron con el nombre de Ana Nora Escobar y que  su padre murió siendo ella muy pequeñita. También se ha reportado que desde muy temprana edad, la futura cantante mostró gran interés por la música.  Siendo apenas una adolescente, Ana Nora participó en un concurso de nuevos talentos en Radio Minería, la estación más importante de Chile en aquella época.   Corría el año de 1954 y la novel aspirante con su voz y estilo cautivó a la audiencia y se convirtió rápidamente en una de las principales atracciones de los shows en vivo que transmitía la estación donde la bautizaron con el nombre más sonoro y comercial de "Monna Bell." La joven asombraba y encantaba por su habilidad de cantar con un estilo de jazz y blues, lo cual no era muy habitual entre intérpretes latinos, logrando un sonido moderno, personal e inconfundible. Ese primer impacto la lanzó a una vertiginosa actividad artística en eventos sociales, salas de fiestas y hoteles de la capital chilena.
Fué precisamente en el hotel Carreras donde el famoso pianista y director musical Roberto Inglez escuchó cantar por primera vez a Monna Bell quedando impresionado por esa voz delicada, cálida y perfecta en afinación que transformaba la más banal de las canciones en una experiencia deliciosa. Inmediatamente Ingléz la contrata como vocalista de su orquesta y a mediados de 1955 la agrupación, con su flamante nueva cantante, abandona Chile para comenzar una gran gira internacional.  En Nueva York debutaron en el Waldorf Astoria con un contrato de tres semanas pero el éxito fué tan espectacular que
su temporada se extendió por más de un año en la "Gran Manzana." La crítica alaba a Monna Bell por su trabajo como vocalista "de estilo y cualidades excepcionales."

LANZAMIENTO INTERNACIONAL


De ahí se lanzaron a la conquista de Europa debutando en el Pasapoga de Madrid, el night club más exclusivo de la capital española. El precio de admisión en el Pasapoga era tan elevado que los madrileños, con ese castizo humor que les caracteriza lo apodaron "el Pasa-y-Paga" pero los altos costos no impidieron que la orquesta y su cantante alcanzaran   un clamoroso éxito durante tres meses de actuaciones en dicho local.  El destino de Monna Bell como super-estrella de la canción ya estaba sellado porque desde la primera actuación en Madrid tanto el público como los medios descubrieron a la voz que definiría toda una época. Hay que recordar que el panorama musical de aquellos años estaba influenciado por una verdadera revolución juvenil gracias al rock y otros ritmos que se imponían universalmente. Monna Bell, siempre encantadora y sonriente en el escenario, rebosante de juventud y simpatía, su voz llena de matices y ese estilo de jazzista innata la convierten en "la voz" del momento, una de las pocas artistas de habla castellana que puede competir con las voces que triunfaban en Norteamérica y en Europa. Las crónicas de la época tambien destacan la femenina elegancia de la cantante lo cual agregaba un toque glamoroso a todas sus presentaciones.

LA CONSAGRACIÓN


Con todo ese bagaje de talento y belleza el próximo paso de Monna Bell es inevitable. Se separa de la orquesta de Ingléz y acepta un contrato de solista por cuatro meses precisamente en el Pasapoga.  Durante esa temporada gloriosa de triunfos diarios de cara al público, Monna es contratada por la firma disquera Hispavox y en 1958 salen al mercado sus primeros discos que demuestran la versatilidad de la cantante: "Rogar" (versión en español de "My Prayer" popularizada por The Platters), "Pequeña" del argentino Homero Expósito, "La Danza del Besar" de los franceses Eddie Barclay y Michel Legrand, "Anastasia," tema de la película del mismo nombre, "El Día de los Enamorados" y otras que se convierten en los primeros hits radiales de Monna en la Península Ibérica. Concluido su contrato en Madrid, Monna viaja a Barcelona donde triunfa por tres meses consecutivos, seguidos por recitales en Palma de Mallorca, Marbella y San Sebastian.  Seguidamente se produce el tan deseado paso por Europa con dos semanas grandiosas en el "Dinarzade" de París, conciertos en Italia y en los paises nórdicos, siempre con el mismo éxito.

Sus primeros discos


En 1959 Monna Bell y los geniales compositores hermanos Alfredo y Gregorio García Segura se unen para presentar en el Primer Festival de la Canción Española en Benidorm, provincia de Alicante, el tema "Un Telegrama,"  obteniendo un ruidoso triunfo que les alcanzó el primer premio del certamen. Sin perder tiempo,  Monna con orquesta y coros bajo la dirección de Don Gregorio graban "Un Telegrama" y otras canciones populares surgidas del mismo festival como "La Montaña", "Mi Platerito" y "Don Quijote,"  entre otras que recorrieron el mundo y convirtieron a Monna Bell en la cancionista joven más destacada del año, no solamente en España, sino en toda América Latina.  Desde ese momento los éxitos discográficos de Monna Bell son imparables.


Acompañada siempre por grandes orquestas como las de García Segura, Augusto Algueró Jr., Torregrosa y Bebo Valdés, Monna graba "Recuerdos de Ipacaraí," "Silencio Corazón," "Ola, Ola, Ola," "Chiquitina," "Tómbola," "Comunicando" y otras muchas que revalidan año tras año la primacía absoluta de la cantante chilena en el gusto de los públicos. Monna es reclamada internacionalmente y combina sus grabaciones con giras artísticas que la llevan por toda Europa y, al fin, a América. Recorre en olor de multitud ocho repúblicas latinoamericanas cantando en teatros, night clubs, radio y televisión. En los Estados Unidos cantó en los dos programas de televisión más importantes de ese país, el "Tonight" show y el "Show de Ed Sullivan."   

MÉXICO LINDO Y QUERIDO


Para esas fechas Monna ya era una cantante consagrada y acostumbrada a la admiración de sus "fans" y a las altas cotizaciones por parte de sus empresarios pero esta situación privilegiada no la preparó para la grata sorpresa que le aguardaba en México. Su éxito en ese país, tan tradicionalmente musical, es legendario. Después de un multitudinario recibimiento en la capital, Monna recorrería toda la geografía mexicana recibiendo los aplausos más entusiastas de su carrera en todos los teatros donde se presentó.   Incluso la industria cinematográfica le abrió sus puertas y entre 1962 y 1964 filmó en México tres películas, "Las Recién Casadas" (1962), "Los Secretos del Sexo Débil" (1962) y "Buenas Noches Año Nuevo" (1964), que aprovecharon su inmesa popularidad como cantante e inmortalizaron para siempre en celuloide su belleza femenina y su talento interpretativo.   Durante esas residencias en el país azteca, Monna conoce al joven cinematógrafo Alex Phillips Jr.,  y lo que comienza como mutua admiración profesional se convierte en un romance que culmina en sonada boda. El matrimonio trajo la necesidad para Monna de abandonar España y radicarse junto a su esposo en la capital mexicana. La unión sería bendecida con dos hijos maravillosos, Alex III y Jennifer, aunque por motivos personales la pareja se divorciaría amigablemente unos años despues. De los hijos solamente Alex III sigue los pasos artisticos de su madre.

CAMBIOS

Los éxitos de Monna Bell siguen acumulándose año tras año. Continua haciendo giras por todo México aunque aminora su actividad internacional para no separarse mucho tiempo de sus hijos que se han convertido en su primera prioridad. En 1968 termina su contrato con Hispavox y acepta la oferta de Musart de México. Es la época en que los norteamericanos y los ingleses han llevado a sus últimas consecuencias la fábula del tiburón y la sardina, marcando la pauta musical en todo el mundo. Consecuentemente, Musart propuso a Monna como estrategia grabar versiones en español de temas famosos de David y Bacharach, de los hermanos Gibb (The Bee Gees), de Lennon y McCarney, etc. No puede decirse que el resultado fuera negativo del todo porque el material aseguraba a Monna gran difusión radial pero algunas de las traducciones no llegaban a la calidad de los originales y lo mismo puede decirse de las instrumentaciones y arreglos. Sin embargo, el genio de Monna logra grandes triunfos especialmente con boleros como "Es Que Estoy Pensando En Ti" y "Esperaré" ambas del gran Armando Manzanero, una deliciosa colaboración con Jorge Ben en "País Tropical" y otros aciertos con las baladas de corte festivalero "Todo Pasará" y "Canción Latina."  En las grabaciones Musart tambien ha gozado de prestigio la interpretación que hace Monna del tema de la película "The Fox" el cual titularon erróneamente "Tema de La Zorra" cuando el animalito del film era específicamente masculino. La crítica especializada también ha destacado el album que grabó Monna con el jazzista venezolano Aldemaro Romero y su grupo en el cual se recopilan unos temas muy mexicanos como "La Bamba," "Cielito Lindo," "Guadalajara" y otros con arreglos nada tradicionales.

LAS SOMBRAS

Estos aciertos mantienen a Monna en plan estelar durante un tiempo pero es lamentablemente obvio que toda aquella creatividad, energía y brillantez de los años Hispavox resultan irrepetibles en Musart. A mediados de los años 70 la cantante se separa de Musart y firma con Orfeón obteniendo un optimista triunfo con su grabación del tema "De Repente."
A pesar de esto, gran parte del trabajo de Monna para esa firma está marcado por una falta de visión total en la selección de material y pésimos arreglos musicales y orquestraciones, aparte de la horrenda calidad de audio que siempre marcó a los discos Orfeón.


Hay que notar que por muy malas que resultaran esas sesiones en los estudios de grabación de la empresa mexicana, la voz y calidad interpretativa de Monna Bell estuvieron intactas sin señal alguna de decadencia. Se impone entonces la espinosa cuestión de cuál hubiera sido el resultado de estas grabaciones si la genial intérprete hubiera tenido el respaldo adecuado en la producción de las mismas. Ni siquiera una versión "disco" del mega-hit "Un Telegrama" lanzada en 1977 consiguió revitalizar una carrera que caía en picada.  Por esas fechas corrieron rumores de que Televisa, un monopolio que entonces controlaba en México todos los medios de comunicación, night clubs, teatros, etc., vetó a la cantante chilena por motivos que nunca se han aclarado. Lo cierto es que sus presentaciones en la televisión y en centros nocturnos se hicieron cada vez más esporádicas y sus discos carecían de difusión en las emisoras radiales. Con todo este lastre es sorprendente que Monna Bell todavía recibiera ofertas para cantar en Miami, Los Angeles y algúnas ciudades de Iberoamérica donde todavía se la recordaba y respetaba.

EL RETIRO Y JUAN GABRIEL



Para 1990 su carrera había perdido toda actualidad y se reportaba que vivía "tranquilamente retirada y disfrutando el fruto de sus éxitos". Fue rápidamente olvidada por el público y por la industria disquera, ignorando el hecho de que ella era una de las voces mas importantes del siglo y que había sido la inspiración de toda una nueva generación de vocalistas y compositores. Entre los muchos artistas que Monna influenció directamente, se encontraba Juan Gabriel, el popular compositor e intérprete mexicano, quien quiso poner remedio a la situación invitándola a participar como estrella invitada en sus presentaciones en Estados Unidos y América Latina. Ente ambos surge una bella y duradera amistad al punto que Juan Gabriel pone a la disposición de Monna una villa dentro de su rancho en Nuevo Mexico para que la cantante pudiera vacacionar allí cuando lo estimara conveniente. Esta relación de mutua admiración y respeto trajo necesariamete la posibilidad de una colaboración artística que tendría el potencial de un verdadero retorno de Monna Bell al sitio que le correspondía en el mundo del espectáculo. En 1993 se hace realidad lo que esperaban ansiosamente los seguidores eternos de la cantante chilena. Monna Bell graba para el sello Sony un album de canciones compuestas por Juan Gabriel titulado "Monna Bell Ahora" con el acompañamiento de una magnífica orquesta sinfónica y una producción de lujo. A pesar de todo eso, el álbum no tuvo el impacto esperado por todos y el ansiado regreso de Monna no se realizó.  Juan Gabriel culpó a la casa disquera de no haber promocionado debidamente este trabajo pero algunos ejecutivos de radiodifusión tanto en México como en Estados Unidos y otros paises apuntaron que ninguna de las canciones que el compositor entregó a la cantante poseía la comercialidad requerida para ser programada en la radio. Lo mismo han opinado muchos admiradores de Monna Bell y los críticos especializados. Uno de ellos en Radio Barcelona declaró: "En esta producción está claro que la cantante mantiene intactos la voz y el estilo interpretativo que la hicieron célebre hace casi 40 años. . Pero no hay mucho que ella, ni nadie, pueda hacer con estos temas aburridos e incoherentes."


LA ETERNIDAD

   Después de esta debacle, Monna Bell regresó tranquila a su retiro y a disfrutar de su familia y círculo de íntimos. Pasaba temporadas en otra residencia de Juan Gabriel en Pompano Beach, Florida o en "su villa" de Nuevo México. Cantó en ocasiones especiales como el homenaje a su paisano Lucho Gatica en Miami el cual fué transmitido internacionalmente por HBO Latino y en el nuevo milenio fijó su residencia definitiva en la ciudad de Tijuana, Baja California muy cerca de sus hijos. Sus "fans" lamentaron el hecho de que el legado de Monna Bell y su posible descubrimiento por nuevas generaciones se viera seriamente comprometido por la ausencia de sus canciones famosas en la radio y en los mercados de discos.

   Solamente en España el sello Ramalama, especializado en grabaciones históricas, se preocupó en la década del 2000 de editar un retrospectivo digno de la carrera de Monna Bell en dos volúmenes que rescatan casi 100 temas de sus años con Hispavox.  Pero en general los ejecutivos de EMI-Hispavox en España y los dirigentes de Musart en México no tienen noción alguna del  lugar que ocupa Monna Bell en la historia de la música popular hispanoamericana. Consecuentemente ignoran como mercadear de forma efectiva el producto de la genial intérprete chilena.
A inicios del 2008 Monna es intervenida de un cáncer de colon en un hospital de Tijuana saliendo victoriosa de la cirugía y con una excelente recuperación. La esperanza de un retorno artístico para esta gran señora de la canción se esfumó para siempre el 21 de abril de ese mismo año cuando, sorpresivamente, una traicionera embolia cerebral arrancó a la irreemplazable Monna Bell de nuestro mundo.  

M. Omar Martínez, Los Angeles 2010


La montaña 1960 (Film: Las recién casadas)


Un telegrama (Canción ganadora del 1º Festival de Benidorm 1959)


Recuerdos de Ipacarai MONNA BELL y DANIEL RIOLOBOS 1966


Noche de ronda


Chiquitina


Tómbola


Comunicando